HISTORIA DE LAS ESCUELAS PARA SORDOS


Su origen puede remontarse a las primeras escuelas para sordos de Buenos Aires, entre los años 1880 y 1910: la Bartolomé Ayrolo, para varones; y la Osvaldo Magnasco, para mujeres.

Estas escuelas surgieron por iniciativa del Instituto Nacional de Sordomudos, por medio de la ley 1662 del 19 de septiembre de 1885. Dicha ley indicaba como fin que se “enseñen a los sordomudos a usar la palabra puesto que si no permanecerán en un estado de incapacidad moral e intelectual”.

El primer director del instituto, el maestro italiano Serafino Balestra, fue el primero en implementar la metodología oralista en América latina. A su breve período lo sucedieron sin cambios los médicos argentinos Garañao y Facio; y en 1892, el italiano Luis Molfino.

En ese momento, no eran usadas durante las clases, pero los estudiantes fueron desarrollándola y las usaban por fuera de éstas; sin embargo, los alumnos de ambas escuelas habían desarrollado lenguas distintas. En 1912 se conformó la primera asociación de la comunidad, ASAM (Asociación de Sordos de Argentina) en la que se incorporaron gradualmente gran parte de los alumnos de ambas escuelas y formaron distintos tipos de lazos sociales, incluyendo la formación de nuevas familias.

Las personas sordas asisten a escuelas para sordos, y usan variaciones locales fuera de clase.

Existe al menos un sistema para la escritura en LSA, aunque todavía su uso no está muy difundido: el Sistema Campes para la escritura de lenguas de señas.

El primer diccionario de la Lengua de Señas Argentina fue publicado por la Dra. María Ignacia Massone en 1993, luego de más de 7 años de investigación y la participación de más de 200 personas. Massone, María (1993). «Diccionario Bilingüe Lengua de Señas Argentina- Español-Inglés». Sopena (Buenos Aires).

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